Estimada pasajera de la línea roja de Madrid:
Le escribo porque
me he encontrado varias veces en el vagón con usted y otras tantas hemos
viajado en líneas paralelas hacia el mismo destino al que todavía no
hemos llegado, para bien o para mal, aún no lo sé. Es el caso que en
uno de esos viajes en los que me entretenía jugando bien monopolio, bien
solitario o haciendo un Sudoko; supe que has tenido la suerte de
cambiar de línea y gozar de privilegios que en la línea ordinaria no
encuentras. Puedes disfrutar de ver el paisaje, a veces no agradable,
desde la ventanilla que te ganaste. Sé que ante esas cosas
desagradables, tu imaginación y tus ganas de ver un exterior hermoso,
han volcado sus deseos y te han convertido en la gran escritora que eres
y que por tu generosidad innata, nos brindas esas imágenes, esas
letras, que por medio de la presente te agradezco porque nos han ayudado
a cambiar las paredes de las que estamos rodeados dándole colores
alegres que irremediablemente y para nuestra ventura, nos hacen brotar
unas bien sentidas sonrisas. Por tal motivo te escribo desde afuera en
tu ventanilla (léelo a través de un espejo para que lo puedas entender).
Me tengo que montar en mi tren que empiezan a sonar los pitidos.
Gracias de nuevo por la creación que te hiciste. Tu hermana que te
quiere y admira. :)
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